Hoy el cielo es de plomo.
La ciudad se depliega ante los ojos
del caminante apresurado.
No hay lugar para el canto
no se puede acotar la indiferencia
ni describir los sueños olvidados
de un tiempo ya perdido
que quisimos eterno.
Es posible que llueva
y en los charcos la angustia se disuelva.
Solo al volver a casa
podrá el caminante recorrer
uno a uno los caminos ocultos
que llevan hasta el fondo del misterio
que es el seguir amando en este tiempo.
De La espera inevitable
La ciudad se depliega ante los ojos
del caminante apresurado.
No hay lugar para el canto
no se puede acotar la indiferencia
ni describir los sueños olvidados
de un tiempo ya perdido
que quisimos eterno.
Es posible que llueva
y en los charcos la angustia se disuelva.
Solo al volver a casa
podrá el caminante recorrer
uno a uno los caminos ocultos
que llevan hasta el fondo del misterio
que es el seguir amando en este tiempo.
De La espera inevitable
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