En la
calle empinada
el
hotel aparece
elegante,
altivo,
con
molduras doradas
y un
ascensor antiguo
de
madera.
Más
tarde ya de madrugada
descorro
las cortinas del cuarto silencioso
para
ver la sorpresa de una noche estrellada.
Estaba
todo oscuro:
la
calle, las ventanas, la montaña sombría.
Hay
que volver al norte
donde
la luz es blanca cada noche
donde
el tiempo haabita en los glaciares
y el
bosque nos invita a su misterio.
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